18 de mayo de 2019

Observación de agujeros negros

Me gustaría escribir algo sobre un evento acontecido hace unas pocas semanas, porque a todos – de una manera u otra – nos ha llamado la atención la noticia, publicada hace unas pocas semanas, que versaba sobre la observación por vez primera de un agujero negro. Pero ¿por qué debería ser este hecho tan relevante?

Más allá de lo puntero de la técnica empleada para la observación de este objeto (combinando varios radiotelescopios alrededor del globo terrestre), hay que decir que los  agujeros negros – esos colosos del cosmos – son increíblemente difíciles de rastrear y aún más de observar. Entonces, ¿cómo podemos tener certeza de su existencia?

Conceptualmente un agujero negro es una región del espacio que contiene una singularidad, un ente extraño del espacio tiempo, una región finita del espacio donde la acumulación de gravedad es tal, que ninguna partícula puede escapar de ella. Además de su masa, que es lo que genera el enorme campo gravitatorio de estos objetos, un agujero negro tendrá otras dos propiedades fundamentales: carga eléctrica y momento angular, en caso de que el agujero negro gire.

Como nada puede escapar de la fuerza de su campo gravitatorio (ni siquiera la luz) los agujeros negros son cuasi-imposibles de observar de manera directa y para su observación hemos de hacer uso de métodos indirectos. Por ejemplo, supongamos que un agujero negro, se encuentra a medio camino y en la línea de visión de un objeto brillante y muy distante que nos proponemos observar. La luz de ese objeto será curvada por la acción gravitatoria del agujero negro y nos llegará desde lo que aparentemente serán dos puntos distintos del espacio. Si este efecto de lente gravitatoria es producido por un objeto no luminoso, con total seguridad nos encontraremos ante un agujero negro.


  
Ilustración 1 - Lente gravitacional. Vía Wikipedia.

Otra manera quizá más sofisticada de trazar su existencia, podría ser por su interacción con otro objeto, en este caso, con una estrella compañera. El sistema Cygnus X-1 puede ser el mejor ejemplo. En concreto, en este sistema, un agujero negro se encuentra arrebatando materia a su compañera, una estrella masiva. Esta materia se acumula girando a velocidades próximas a la luz alrededor del agujero negro, lo que comúnmente se denomina disco de acreción. Este evento es enormemente luminoso y podría pasar por un sistema doble, pero ocurre que, aparte de las observaciones de la propia luz visible, también se ha descubierto que este sistema es también una potente fuente de rayos X. ¿Cómo es esto posible? La explicación es que la carga eléctrica del agujero origina un enorme campo magnético que se “dobla” por la rotación del propio agujero arrancando partículas del disco de materia y enviándolas a años luz de distancia por sus polos, como enormes chorros de radiación.


Ilustración 2 - En el centro, Imagen del sistema Cygnus X-1 en visible. Vía http://www.worldwidetelescope.org/

Así, la observación simultanea de este sistema en luz visible y en radio nos ha permitido obtener la evidencia de un agujero negro ya que ¿de qué otra manera podría darse este fenómeno?

Métodos más actuales permiten obtener evidencias de agujeros negros incluso por su interacción o colisión con otros objetos compactos, por ejemplo estrellas de neutrones u otros agujeros. Estos fenómenos son capaces de liberar tal cantidad de energía, que producen ondas que deforman el propio espacio tiempo.

Pero intentemos responder la pregunta que nos formulábamos al comienzo de este texto: la observación del agujero negro supermasivo del centro de la galaxia M87 por parte del proyecto Event Horizon Telescope supone un antes y un después en la historia de la astronomía, porque es la observación más directa de este tipo de objetos celestes.


Ilustración 3 - Agujero negro en M87, Vía EHT.

En la conocida imagen, mostrada a los medios en un multitudinario evento el 10 de Abril del 2019 se puede observar la sombra de un agujero negro supermasivo – unos 6.500 millones la masa de nuestro Sol – producida por su disco de acreción.

La explicación es algo más compleja: los fotones que detectamos y que conforman la imagen llegan, en efecto, del disco de acreción, pero eso no implica que estemos viendo directamente el propio disco de acreción. Es decir, como vemos un anillo, es muy intuitivo pensar que se trata, efectivamente, del disco de acreción visto "de cara", con el agujero negro supermasivo en el centro. Pero en realidad, lo que estamos captando es la radiación emitida por el disco de acreción después de ser “deflectada” gravitacionalmente por el agujero negro supermasivo. En otras palabras, fotones curvados por la gravedad del agujero, si tenemos en cuenta que esos fotones son emitidos, por el propio disco. 

Y aquí la tenemos, la primera imagen directa de un agujero negro, cuya obtención representa un hito sin precedentes en la propia historia de la ciencia.

Referencias: